miércoles, 13 de junio de 2012

El EGO y Facebook


El “ego”, como hemos reiterado, es una entidad mental basada en el transcurrir del tiempo y la concatenación de nuestras experiencias debido a las cuales va adquiriendo una identidad propia hasta el punto que “se adueña” de nuestra persona y reclama sus derechos. 
Este artefacto ficticio que no es más que una combinación de memorias, emociones, ideas acomplejadas, la falta de autoestima, una cantidad infinita de deseos, apegos, etc., se convierte en el centro de nuestras neurosis y personalidad disfuncional incapaz de resolver el proceso de dudas e interrogantes que nos abruma como seres humanos.
Este ego es un gigante con  pies de barro, no tiene estabilidad, se cae, tropieza, sufre de mucho temor de no poder mantenerse como algo estable y fijo. Se ve en la necesidad de esconderse y recurrir a una “historia” que va hilvanando como si fuera una realidad.
El lenguaje, como reconocen Heidegger y Lacán, y muchos otros, es la cola que mantiene este andamiaje armado, y le da una realidad basada en la repetición de un mantra de ideas,  frases gramaticales y ecos lexicales.
Comenzando por la estructura gramatical que inicia con la enunciación de un YO, actuante, con la pintoresca inferencia de que ese YO es siempre igual, permanente y sólido.
Cada vez que una persona repite “Yo quiero”…y establece una relación mental con un mundo donde la existencia del ego es reafirmada.
Cada vez que se repite una sentencia (“Yo soy honesto”) se ha reforzado el ego y se reitera y confirma su capacidad de accionar y tomar decisiones.
En dicho mundo ese ego domina las vidas de las personas y determina sus acciones basadas en sus intereses que se basan fundamentalmente en su proyección de permanencia y solidez. Se construye un mundo “ego céntrico” sin ninguna capacidad de variación porque “yo soy así”.
Al ego hay que nutrirlo de energía, si no se cae, el resto de nuestra personalidad se pone a sus órdenes  para suministrar dicha energía, como el caso de un motor a vapor, palada tras palada de carbón para que siga funcionando.
Las redes sociales, básicamente Facebook, en esta época dan la más perfecta y eficaz forma de proveer dicha energía a nuestro ego. Se trata de una serie infinita de sentencias de afirmaciones todas dedicadas a echar incienso sobre ese “yo” reafirmando que “tiene razón”, eso es así. Nada más que energía (carbón) para ese ego que necesita sentirse sólido y permanente.
¡Qué diferente a no tener ningún “yo” permanente, sino una mente sólo determinada por las situaciones y circunstancias y nuestro deber de accionar compasivamente en cada momento del presente permanente en que estamos condenados a vivir! Sin dejar rastros…    

sábado, 9 de junio de 2012

Confucio dijo:

Estrictamente hablando el ego no ES nada. Resulta de un collage de imágenes y sentimientos que se van acumulando con el tiempo coloreado de muchas emociones y concentrado en un futuro de un imaginario bienestar. Con el tiempo este juego de espejos llega a instalarse como el capitán de la nave y va produciendo una secuencia de experiencias que se constituyen en una "historia" muy similar a una novela, p. ej. el "tiempo perdido" de Proust. El resto de lo que está en nuestra mente es lo que describe Avalokitesvara en el Sutra del Corazón: NADA. Pero - ¡oh paradojas!- de esta nada surje una suave brisa que llamamos "bodhicitta", que, de alguna manera, nos pone en movimiento hacia el despertar. Recuerda que tenemos que ganar la batalla usando los servicios del general enemigo. Lo que nos lleva al cojín y a soportar calambres es el viejo amigo: el ego, que se mueve basado en que allí hay algo que lograr. Es la fuerza demoníaca de Mara que nos pretende hacer caer en su trampa o telaraña de "logros". Claro, no sabemos qué hacer, porque no hay nada que "hacer", sino seguir obstinadamente esa "nada" hasta que rompemos el hechizo. Y no sabemos por qué ocurre y cuando será y quizás ni nos daremos cuenta. Sólo que un día Mara desaparecerá con sus tentaciones, y, en nuestra pobre tentativa de explicarlo, diremos que somos "libres". Entonces, frente a la flor, como Kasyapa, sólo sabremos sonreir.