Vivimos
en un mundo de dudas y paradojas… Es nuestra mente espantada y acomplejada que
se agarra de todo y no encuentra lo que busca.
Adentro
está el duende, que se cree de siete
pies, apodado “ego” por creer que es el dueño de la pelota,
los guantes y el bate, pero que aún se mea en los pantalones.
Parece
mentira, pero la solución es sentarse en
un rincón, aunque sea en el Metro a las seis de la tarde, y hacernos una
pregunta: hay muchas preguntas, pocas respuestas.
(Un
discípulo le preguntó al maestro Chao Chú: “¿Tienen naturaleza búdica los
perros?”… El maestro (maestros zen que
sólo dan tormento), respondió: “¡MU!”, para trastorno de muchas generaciones de
congéneres nuestros que se han preguntado el significado de esta extraña
respuesta).
Pues
preguntemos: “¿Existe Dios?”…”MU”
“¿Seré
feliz?”…”MU”
“¿Recibiré un aumento?”…”MU”
“¿Existe la reencarnación?”…”MU”
“¿Ganará Hipólito?”…”MU”
“¿Existe una vida “Zen”?...”MU”
Cuando
la pregunta nos queme la garganta y no la podamos tragar ni escupir, el ego se
meará en los pantalones de nuevo y pegará un grito:¡ AYYYY!
¡Quizás
por fin saldremos de él!
ENTONCES…¡seremos
libres!
En
ese instante las respuestas no importarán…¡pero
por fin comprenderemos!